La dieta mediterránea es una valiosa herencia cultural que nos ofrece una pauta nutricional rica y con numerosos beneficios para la salud. Ha sido reconocida por la OMS como prototipo de dieta saludable y equilibrada.
Representa un patrón alimentario con los ingredientes propios de la agricultura local de los países con clima mediterráneo, reduciendo el consumo de hidratos de carbono en favor de alimentos vegetales de temporada y grasas monoinsaturadas.
Los ingredientes principales que integran la dieta mediterránea (DM) son las verduras, legumbres, fruta, pescado, carnes blancas, frutos secos, arroz y vino consumido con moderación. Pero sin duda, el gran protagonista en la DM es el aceite de oliva como fuente de ácido oleico y grasas saludables de origen vegetal frente a la mantequilla y otros tipos de aceite.
El consumo del aceite de oliva ha perdurado durante siglos y ha traspasado fronteras, llegando a continentes como Asia y América.
Civilizaciones como los fenicios, los griegos y los romanos, lo usaban por sus cualidades culinarias y medicinales y también para el cuidado de la piel y belleza.
El fisiólogo estadounidense Ancel Keys, fue el primer investigador y precursor de los beneficios de la dieta mediterránea sobre la salud y por tanto del aceite de oliva virgen extra. Sus conclusiones han sido corroboradas por innumerables estudios científicos, demostrando la diferencia de la incidencia de enfermedades cardiovasculares entre los países del Sur y Norte de Europa.
La ingesta recomendada diaria de esta grasa es de unos 40 ml, unas cuatro o cinco cucharadas soperas. También es importante apostar por un aceite de calidad, ya que la grasa de un AOVE (aceite de oliva virgen extra) es superior a la del aceite de oliva normal.